martes, 7 de diciembre de 2010

Me rindo. La sólida cadena del columpio resultó ser un par de hilos mal unidos y, carajo, caigo a un precipicio infinito. Me da pavor lo que viene, y me da aún más pánico darme cuenta de que no tengo ni la más puta idea de lo que quiero. Ni de lo que espero. Ni de lo que puedo.



Hace tanto que no lloro. Y ahora que lo necesito siguen sin caer las lágrimas. Vale madres, francamente.



No es que esté vacía, simplemente siento que nadie es la persona, y las que ya tengo no sé que hacer o esperar de ellas. Me aburro, me canso, me desespero. Quiero algo, pero me rindo antes incluso de tratar de intentarlo. Está mal. Estoy mal.






La vida es una extraña red de casualidades. Sé que puedo, aunque no confíe en para lograrlo, aunque no me den ganas de hacerlo, aunque no quiera hacerlo.

Señorita corazón de pollo, favor de pasar al ala 4, habitación 316. Con una caja de pañuelos y su correspondiente frasco de lágrimas cristalizadas, gracias.

No hay comentarios: