domingo, 20 de octubre de 2013

-

Hace un rato me han hecho una serie de preguntas a las cuales todas respondí mentalmente con un sincero "no"... Todas, absolutamente, buenas, malas, contradictorias, decisivas, sólo podía decir "no".


"No".

"Nada".

Nada. No quiero nada, nada de nada, para mi beneficio o perjuicio, en estos momentos, a estas alturas, no espero nada de mí.


"Yo creo en ti".


Eso me desgarra por dentro, porque yo ya no creo en mí. Ya no puedo creer en mí.




Lo que hago hoy en día es una forma de seguir viva. ¿Para qué? No tengo ni la más remota idea.

Hay un momento de mi rutina diaria, principalmente en la noche, cuando me canso de todo y decido dormir, en el que pienso que todo sería mejor si un día desapareciera, que se desvanezca en el aire mi persona y todo lo que implica, incluyendo recuerdo alguno de los que me conocen y me conocieron.


Probablemente, todo mundo sería feliz.


Tendrían una preocupación, un pendiente menos. No se sentirían aprensivos porque en sus vidas jamás habrían conocido a Sara. Incluso, sus existencias serían un poco mejor sin ese pequeño y molesto infortunio de tener un alguien con quien lidiar de la forma más difícil.









Yo no cedo, yo nunca cedo, soy terca como una mula y estoy harta de ello.

No entiendo como me dicen que creen en mí si no he hecho durante toda mi vida nada para que lo hagan, mas que pedirles que lo hicieran, a ciegas.










Nadie crea en mí. Es pérdida de tiempo, es estresante, es triste y es patético.

No crean en mí, y a cambio empezaré a ya no hundirlos en mi propia jodidez. Saldré de mis pendientes inmediatos y banales, y planearé desaparecer y no importunar a la gente que me rodea.

Dejarlos en paz, que sus vidas sigan un curso normal.





Lo que vaya a ser de mí... Eso no importa. 

Ya no.

No hay comentarios: